En los Países Bajos, El Bosco supuso una cierta continuidad de las formas góticas, aunque tratadas con mayor naturalismo y con una fantasía desbordante que haría de su obra un portento de creatividad e imaginación. René Magritte desarrolló una obra donde lo corriente y lo banal convive con lo fantástico y extraño, a menudo con fuertes connotaciones eróticas, en atmósferas perturbadoras con una iconografía recurrente, destacando la ambigüedad de los objetos que retrata.