Una de sus obras más famosas es El origen del mundo (1866), donde presenta un cuerpo femenino sin cabeza, mostrando el pubis en primer plano, en una visión radicalmente novedosa que sorprendió y escandalizó al público de la época. La religión cristiana, influida por la idea platónica del cuerpo como cárcel del alma, perdió el interés en el estudio de las formas anatómicas naturalistas, centrando la representación del ser humano en la expresividad.