Sus desnudos, tanto masculinos como femeninos, parecen amasijos de carne amorfa, que se retuerce y libra una lucha desesperada por la existencia. Aun así no quedó satisfecho, y en sus últimas obras volvió a las formas bulbosas del arte gótico, como en La muerte de Lucrecia (1518). Excelente grabador además de pintor, algunos de sus mejores desnudos son grabados, como Berenice, El sueño del pensador y El monstruo marino, o bien alegorías y la serie de Triunfos Imperiales, o sus estampas sobre la pasión y muerte de Jesús y la vida de santos como San Jerónimo, Santa Genoveva y Santa María Magdalena.