Pero fue Renoir uno de las más grandes intérpretes del cuerpo femenino, que transcribió de una forma realista, pero con cierto grado de adoración que le confería un aire de idealizada perfección. Se afanó en diluir el contorno de sus figuras, siguiendo la técnica impresionista, a través de un moteado del espacio con manchas de luz y de sombra, inspirándose en la escuela veneciana para plasmar la forma por medio del color, como se percibe en Anna (1876) y Torso (1876). Más adelante, en un intento de simplificar el desnudo, se inspiró en los frescos de La Farnesina de Rafael, así como las pinturas de Pompeya y Herculano, como se denota en su Baigneuse blonde (1882). En las Grandes baigneuses (1885-1887) realizó unos desnudos de corte escultural, inspirados en la Fuente de las ninfas de Girardon (Versalles), con líneas fluidas y un gran sentido del relieve.